Juré absorber todo en mi mano. Y es así. Nadie ve llorar a la princesa de lata.
Ella guarda todo en la caja que tiene dentro de su ser, dentro de su esencia.
Camino, subo a un micro, camino, sonrío. El hombre! Que maravilla es la creación. Ver a un ser humano hablar, envuelve en magia a la cínica niña.
Nadie la ve, pero ella vuela entre el mundo. Y la sociedad que avanza, avanza y no la ve. Si alguien se siente invisible, ella lo determina con tanta pasión.
Y a qué más podría dedicarme? Mis iguales comentan y comentan el apoyo externo. La imaginación de la princesa vuela.
Tan joven y con tanta imaginación? No es justo para ella. Tengo que lidiar con esta vida oblicua y no puedo.
Todos tienen que ver a la niña sonreír, porque si no sonríe algo anda mal. Pero mi noche es eterna y solemne y nadie lo sabe, sólo mi mano, que es más fuerte que la misma fuerza.
Cada vez más ensimismada, corre, corre, corre, pero el infinito no llega. Y odia usar el término de algo indiscutible e insoluble.
Siempre ahí. No hay un siempre ahí para mi. Pasa todo, me circula, pero nada incondicional. La princesa tendrá que marcar su camino hacia delante y hacia atrás y su corazón es aún verde.
No quiero mover más, no quiero más sinapsis en mi cuerpo. Quiero volver y volver y caer. Caer por siempre dentro de mi vergüenza, porque a la princesa nadie la ve llorar, sólo tú.
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