La inmensa, la de ego grande y comentarios enardecidos. Al lado de la insignificante, la conocedora del todos, de los diablos y los instrumentos. Esta frágil soledad que no se inmuta ante el transeúnte, ante la luz focal, ni el parpadear de tus pestañas (las lindas, claro).
Ni tu, ni tu renacer.
Pero sí la maliciosa garra de mi doble, de la rama caída que busca aquel ilustre uniforme incompleto.
La fantasía y el galope.
Color pastel con carnaval.
Fácil calor, pero sin soledad.
Amor provincial.
Mi corazón ya no se guarda, porque he regresado.
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