
Ya llegó el momento. La hora de levedad.
Tras pasar tres segundos,
mi mente irá de aquí para allá llevando su imagen.
Hacia la derecha te amé y hacia la izquierda te extraño.
Levanto un pie y luego el otro, para girar y girar
y saber que aún así gire de por vida,
no te voy a retener tu calor jamás.
Como un ave negra busco tus restos
para así triunfar,
pero no debo hacerte la vida,
debo de procurarte alegre.
Una sonrisa y un beso.
Alzo un brazo y me coge por la cintura.
Y así, con este desorden vital, tengo la vida entera para pensarte.
Mirándose a los ojos para resaltar la sensualidad y
vislumbrando su pena más recóndita,
yo tan solo inhalo tu polvo y doy vueltas de melancolía.
Así recorres mi mente y me inhundas el fin.
Con un ritmo, con este swing.
Así, te bailo y te presento ante mi muerte.
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