Es que, te juro, que la sangre recorre a cien, mi palpitar, mi cordura se desata. No me interesan los hilos, no me interesan los otros músculos, en mí solo están tus dedos y aquellos huequitos que demarcan que existes, que explotas, que me enriqueces el alma. Las letras van cayendo del cielo, van dando vueltas alrededor de mi padecer y solo al oír tu voz...B, A, E, T, N, S, I... ¡Basta! ¡Me inundo! No hay aburrimiento cuando tu piel se eriza, cuando te desvaneces tras aquella esquina, cuando tus pestañas chocan cada pocos segundos tus mejillas. Y las montañas rusas, las que encantan, las que en mi cerebro se repercuten como tulipanes, aquellas, las del corazón.
¡Que hilarantes son estos tiempos!